16 de maig del 2016

Sobre la adicción a los objetos virtuales



Intervenció a la sessió del 4 de maig de 2016, en el Curs de la Biblioteca del Camp Freudià de Tarragona - L'experiència de les addiccions


El estilo adictivo de la civilización actual

En el argumento del curso subyace la interpretación que estamos en una época caracterizada por un estilo adictivo del lazo social. Esto se justifica por una serie de cambios en la civilización que han producido una mutación que tiene consecuencias en la subjetividad y en la clínica.

Freud ya llamó la atención que los síntomas no son aislables del contexto social, hasta el punto que subrayó un malestar en la cultura estructural. Es decir, que el malestar no es un simple efecto del peso de la sociedad sobre el individuo sino su reflejo. Por su parte Lacan afinó esta lectura y no dejó de estar atento a lo que la clínica puede aportar, renovando y actualizando los instrumentos del psicoanálisis. Hoy las escuelas de la AMP siguen en la tarea de actualizar estos instrumentos, tarea en la que Miller se aplica con su contribución en establecer y esclarecer las enseñanzas de Lacan.



Es Miller quien ha subrayado que se trata de una mutación, porqué va más allá de un giro o vuelta de tuerca. Esta mutación se ha descrito como la ascensión al cénit del objeto a, esto es que lo que gobierna y comanda el lazo social es el objeto a.

¿Qué es el objeto a? Se puede decir que es la integral de todos los objetos que están en la base y son la causa de la movilización del sujeto. Más precisamente, lo que se encuentra en el cénit es el plus de gozar, como lo llama Lacan, en los objetos ofrecidos al mercado.

Miller[1] subraya que la ciencia y el capitalismo se han combinado hasta el punto de destruir la estructura tradicional de la experiencia humana. Esta alianza ha consumado el desvanecimiento del Nombre del Padre, que ya no ordena más el lazo social, por medio de los grandes relatos, la familia, los ideales, etc. A diferencia del Nombre del Padre, el plus de gozar no produce un ordenamiento, o en todo caso hay que ver qué ordenamiento produce, que parece que se inclina más por la estandarización de los modos de gozar, modos de goce que pugnan por hacerse reconocer.

Todo esto se observa en la clínica, donde nos encontramos más a menudo que el malestar sobreviene más por las dificultades con el goce que con las problemáticas del deseo. Claro que el deseo apunta al goce, pero si hay problemas es porque éste se encuentra coartado, lo que no le impide al sujeto reconocer otras vías de satisfacción. Pero si lo que tenemos es el levantamiento de las barreras, el empuje al goce es lo que viene al primer plano.

Eric Laurent[2] ha calificado la civilización actual como del hedonismo conformista de masa, aunque el hedonismo no sea más que un sueño, el sueño de alcanzar el goce ininterrumpido. El sujeto moderno se caracteriza por la pasión por los objetos propuestos por la sociedad del mercado. El mercado propone objetos de manera contínua que hace la idea que el placer podría alcanzarse ininterrumpidamente. Entonces, la paradoja de este hedonismo de masa es que la universalización de los objetos para todos es que deja al sujeto sólo, sólo con su objeto, sólo de los otros., o a lo sumo compartiendo con los otros el objeto.

Luego, soledad del sujeto que hace aparecer las dificultades en el lazo con los otros. Y de otra parta dependencia del objeto, que favorece las adicciones y las dificultades para regular esa relación a los objetos. En palabras de Manuel F. Blanco: “El sujeto actual demanda al mercado, a la ciencia y a los poderes públicos que cumplan su promesa de felicidad. Sin embargo la administración que hace la sociedad tecnológica actual, producto del matrimonio entre el capitalismo y la ciencia, de los objetos de satisfacción y de los remedios al malestar, ha instalado en la civilización la angustia y la depresión generalizada”[3]. Por eso el hedonismo alcanza la otra cara de la pulsión de muerte. Porque es la vertiente del empuje al goce más allá de la barrera del placer, empuja ir más allá del límite, más allá del placer, y vuelve precarios los lazos sociales, porque no puede construirse un vínculo social sin cesión de goce.

Aislamiento y fobia social

Entre estos objetos procurados y promovidos por el mercado están los productos tecnológicos, y de manera especial las pantallas y las redes sociales, que hacen existir un universo de conexión múltiple virtual que si no evita al menos prescinde de las relaciones reales. Una expresión extrema de este fenómeno es el caso de loshikikomori[4] en Japón, que alcanza proporciones tan elevadas que alertan a las autoridades a tomar cartas en el asunto. Uno de cada diez jóvenes vive recluido en su habitación, conectado a una realidad virtual, evitando todo encuentro con el otro, siquiera familiar.

Sin llegar a este extremo, tenemos los adictos a internet, al móvil, los chateadores compulsivos, etc. El aislamiento social que muchas veces comportan estas prácticas en nuestro contexto social hace que se hable más de fobia social. La fobia, que es un temor angustioso inmotivado, está referida en este caso al contacto y el encuentro con los otros, de manera que puede llegar a dificultar enormemente la vida cotidiana. Hablar con los demás en el trabajo o en la escuela, llamar por teléfono, pagar en una tienda, ir al baño público, etc. es susceptible de producir conductas evitativas hasta el aislamiento. Estas dificultades suelen ir acompañadas del uso de las pantallas, plantándose entonces si son una salida a la fobia porque inducen a la reconexión, o una entrada en la adicción.

Por supuesto, para el psicoanálisis no se trata de sortear la angustia sino encararla encontrando el modo de hacerla productiva. Sin olvidar lo particular en la relación del sujeto con los objetos virtuales. Los usos, las vivencias, los consumos, las experiencias, han de permitir dilucidad en cada caso el estilo adictivo del que hablamos.

El espejo negro

En un sentido general el empuje a los objetos virtuales se convierte, por el desarrollo de la informática, en un refugio, puesto que favorece las relaciones a distancia, el ocultamiento y el anonimato. Pero también en un escenario, porque permite un despliegue de fantasías y confesiones que encuentran una vía privilegiada de expresión. El territorio virtual es apto para alojar la ilusión que allí aparecerá aquello que se busca, aquello que se desea, y por eso genera tanta expectación y atracción.

Hoy, el imperio del audiovisual en internet ha generado otro fenómeno que parece estar en esplendor: losyoutubers. Como lo hace notar Marta Berenguer[5], la revista Time captó en una imagen la subjetividad de la época dedicando su tradicional portada a la persona del año a alguien que nadie esperaba: you. En dicha portada aparece un ordenador, cual espejo, unido al significante you. De modo que este pronombre viene al lugar del yo como unidad, unidad virtual, captura de un reflejo de la imagen del lector proyectada. En efecto, más allá del imperio de las imágenes, tan omnipresente en internet y las redes sociales, el dato es que el verdadero objeto es aquí el sujeto mismo, el sujeto como objeto. Andy Warhol supo captarlo en su frase: “en el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos”.

Por un lado, el empuje a producir, inagotable, de los propios sujetos que alimentan estos medios sociales, y que hacen los beneficios de las empresas de publicidad. De otro lado, el empuje a verlo todo, que alimenta la glotonería del ojo, insaciable. ¿Dónde está el límite?

Uno de los creadores que ha sabido atrapar las paradojas de este sujeto orientado por los gadgets, es Charlie Brocker, en la serie Blak Mirror[6]. En el tercer capítulo retrata muy bien aquello que el ojo no puede ver, la mirada que se escamotea de la realidad virtual a la que está sometido el protagonista, que evita encontrarse por todos los medios a su propio vacío. Explicando el título de la serie el mismo Brocker señala: “si la tecnología es una droga, cuáles son sus efectos (entre placer y malestar)? Mi nueva serie de drama establece el espejo negro, es lo que encontrareis en cada pared, en cada escritorio, en la palma de la mano”.

Ante tanta oferta, la respuesta no siempre es la esperada. En ocasiones el sujeto retrocede protegiendo su subjetividad y buscando límites. En efecto, a pesar de que la realidad virtual parece conjugarse a la realidad psíquica estos nuevos síntomas muestran el sujeto escondido detrás de la realidad virtual.



[1] Miller, Jacques-Alain. Una fantasía. Conferencia en Comandatuba durante el IV Congreso de la AMP: El orden simbólico en el siglo XXI. 2004. Brasil.

[2] Ver Una entrevista con Eric Laurent sobre el nuevo orden simbólico en el siglo XXI. Enhttp://www.institutopsicanalisebahia.com.br/agente/07/15/001_agente07_entrevista_eric_laurent_esp.pdf

[3] Ver “A los “hikikomoris” les atemoriza el mundo”, en http://marioelkin.com/blog-los-hikikomoris-les-atemoriza-el-mundo/

[4] Manuel Fernández Blanco. El estilo adictivo de las civilazaciones actuales. Enhttp://www.adafad.org/pdf/viijornada/ponencia4.pdf

[5] En http://meteoro.elp.org.es/meteoro-no-4/

[6] Brooker, Charlie: The entire history of you. Tercer capítulo de la primera temporada de Black Mirror. 2011. Londres.https://www.youtube.com/watch?v=1TngY46r1BU

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