Publicat al blog de les XVII Jornades ELP, ¿Quieres lo que deseas? Excentrecidades del deseo y disrupciones de goce , celebrades a Barcelona els dies 24 i 25 de novembre de 2018
Las intervenciones de Lacan sobre el padre son numerosas a lo largo de
su enseñanza. Podemos decir que en este camino nos encontramos con diferentes
versiones sobre la cuestión del padre, que implican virajes que alcanzan a
problematizar sus propias formulaciones. Atento al avance de las nuevas formas
de socialización en la civilización, estas formulaciones no sólo imprimen una
orientación, sino que ofrecen una respuesta a la clínica de la época.
Siguiendo la elucidación que propone Miller, hay un punto de vuelco en
la enseñanza de Lacan, cuando después de aportar la metáfora paterna para
formalizar el Edipo freudiano, más adelante utilizó la metonimia para
formalizar el deseo. La consecuencia es que, si la vía del padre permitía
anudar el deseo a la ley, con la metonimia no hay normalidad del deseo. “El
deseo inconsciente permanece ligado, en el fantasma, a goces que, respecto a la
norma idealizada por los psicoanalistas, siguen siendo intrínsecamente
perversos, goces perversos. La perversión no es un accidente que sobrevendría
al deseo, todo deseo es perverso en la medida en que el goce nunca está en el
lugar que querría el supuesto orden simbólico”(1).
Por eso, nos dice Miller, Lacan podrá ironizar sobre la metáfora
paterna diciendo que ella es también una perversión. Esta ironía, con el juego
de escritura de pèr-versión,
significa una versión, un movimiento hacia el padre, que da paso a una
reformulación una vez elucidada su inconsistencia.
Miller nos lleva a considerar que esto nos da de hecho una teoría de
la psicosis inversa a la teoría clásica, donde “No es la forclusión del Nombre
del Padre, sino, por el contrario, la demasiada presencia del Nombre del Padre
lo que es el resorte de la psicosis. El padre no debe confundirse con el Otro
de la ley. Es necesario, por el contrario, que tenga un deseo enganchado y
regulado por un fantasma cuyo objeto sea, llegado el caso, un goce
estructuralmente perdido” (2).
En este sentido cabe reconocer el modelo de la pèr-version, según la conocida cita en el Seminario RSI: “Un padre
sólo tiene derecho al respeto, si no al amor, si dicho amor, dicho respeto está
père-versamente orientado, es decir que
hace de una mujer, objeto a que causa
su deseo” (3).
Ahí tenemos un padre que no se define por el deseo de la madre, sino por hacer de una mujer la causa de su
deseo, que es algo diferente. Un padre que vivifica el deseo, en la medida que
transmite algo de aquello que lo causa. No habla ya del Nombre del padre, sino
de “un padre” vivo, existente, para decir qué es un padre que cumple su función,
qué le permite ser modelo de la función síntoma para sus hijos.
Laurent (4) aclara este punto indicando que Lacan en este Seminario distingue entre hacer modelo de la función, que no hay que confundir con
lo que se presenta como ser padre modelo. No es el buen padre, sino una figura
que da una representación suficiente de la función, donde la función esencial
del padre es causar. Un padre en el que el objeto a esté implicado de alguna manera.
Con ello Lacan no suprime la función Nombre
del Padre, sino que la reformula como una función-síntoma. A partir de aquí se
abre la posibilidad de orientar la clínica con una brújula que se separa de las
tentativas de restablecer las creencias en el padre, como hacen las
psicoterapias.
El modelo de la pèr-version es pues, una brújula que permite prestar atención a las
diversas formaciones sintomáticas que permiten a cada sujeto construir una
manera vivible de hacer con el goce, desembrollar algo del goce a partir de la
vía del deseo.
1. Miller, J.-A., “El Otro sin Otro”, disponible en: http://www.wapol.org/fr/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=38&intEdicion=13&intArticulo=2658&intIdiomaArticulo=1
2. Ibid.
3. Lacan, J., Seminario 22, RSI, inédito
4. Laurent, E., “El modelo y la excepción”, El Otro que no existe y sus comités de ética, Buenos Aires, Paidós,
2005, p. 432
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