Bajo el título “Qué
hay de constante y qué de nuevo en las crisis”, el pasado 7 de noviembre se
celebró en Tarragona una jornada orientada hacia las próximas XIV Jornadas de
la ELP. En colaboración con el comité de iniciativas de la Comunidad de
Cataluña, la comisión propuso un trabajo de interrogación del término crisis
considerado desde el psicoanálisis y sus posibles conexiones con la disciplina
de la historia. La mesa contó con la participación de Magí Seritjol, gestor
cultural i divulgador de historia del mundo antiguo, y de Antoni Vicens,
psicoanalista miembro de la ELP y de la AMP. Intervinieron también Catherine
Galaman y Anna Aromí, ambas psicoanalista miembro de la ELP y de la AMP, la
primera como moderadora y ésta última como directora de la XIV Jornadas ELP.
La palabra crisis
forma parte del lenguaje común y recorre –como lo recordó Galaman en su
presentación- la actualidad, en la prensa, los medios, las conversaciones. Se
puede decir que la época actual se presenta con tensiones a diversos niveles,
en lo político, la economía, en lo social, lo que no es sin consecuencias en la
subjectividad, las formas particulares como vivimos estas tensiones. Sin
embargo, esto no es nada nuevo. Se podría decir que si la historia es también
un recorrido de sucesivas crisis, esta no es menos ajena a la historia de cada
uno. He ahí un punto de confluencia de ambas disciplinas, la historia y el
psicoanálisis. El eje de trabajo propuesto, en torno a lo que cambia y lo que
no en las crisis lo tomamos entonces como un terreno fértil a explorar, en lo
que cada una de las disciplinas tiene para decir al respecto.
Magí Seritjol partió
del trabajo realizado en el marco del
Festival Tarraco Viva del que es director, que tal como se presenta pretende divulgar
la historia antigua acercándose a la vida y costumbres de la época con el fin
de provocar una reflexión sobre nuestro pasado. Dicho estudio, pormenorizado en
el detalle de los personajes, de la mano de diversas fuentes historiográficas, exploraba
los años que debieron conducir definitivamente la transformación de la
República en un Imperio. Con el título Optimates
versus populares, un siglo de crisis y guerra civil en la antigua roma, Seritjol
nos ofreció una secuencia en la que la formación y las diferencias de dos
facciones de poder en litigio terminarían por enfrentarse. Intrigas,
corruptelas, con asesinatos incluidos, se irán sucediendo en un momento clave
de la historia de Roma, salpicadas de analogías con la época actual, como la
crisis financiera, el endeudamiento, la corrupción de la política, las
migraciones de los jóvenes.
En su exposición
Seritjol se hizo eco de las palabras de Cicerón que supo leer los
acontecimientos como la impúdica avaritia
de las clases dominantes. Las crisis que se sucedieron en un siglo de guerras
civiles, ocurrieron en la época de mayor expansión del poder de Roma. Con lo
cual se trataría de una crisis de riqueza mal repartida, sentenció, terminando con
la creación de un nuevo sistema político de manos de Augusto, el Imperio romano.
También se refirió, casi como dato al margen, a la estatuaria, destacando la
viveza de los colores de las estatuas y las construcciones, lo que se deduce de
la conservación de algunos pigmentos microscópicos.
Esta referencia a la
estatuaria, más allá de su valor estético, nos recuerda el comentario que hace
Lacan de ella en el Seminario 3 a propósito de la metáfora de la “carretera
principal” en torno de la via romana.
Además de demostrar la función del significante en la experiencia humana, la
carretera en sus cruces y aledaños concentra comportamientos, que no son otra
cosa que las concreciones de las significaciones de las costumbres humanas. Y a
lo que concluye diciendo que "la noción misma de
ser humano está vinculada a la vasta difusión de las estatuas en los
asentamientos romanos". Es decir, esta referencia nos convoca a la
pregunta por el cuerpo, en tanto viviente y sexuado, y aquello que lo mueve y
hace gozar.
En su turno de
palabra, Antoni Vicens, al hilo de la presentación de Seritjol, se refirió a
cómo el discurso del poder, discurso del amo como le llama Lacan, funciona como
el discurso del inconsciente, al punto que puede afirmar que el inconsciente es
la política. Vicens evocó también el nudo de las carreteras que son las
ciudades, en la frase de Lacan “el inconsciente es Baltimore al amanecer” -frase
pronunciada en ocasión de una conferencia en dicha ciudad en 1966-, como
alusión que el inconsciente es la integral de todas las significaciones humanas,
donde el poder, el sexo y el dinero como dijo Vicens escapan de todo intento de
regulación y dominación. Se podría decir que Baltimore al amanecer, le viene
bien a Lacan para destacar el inconsciente como lugar de vida que anuncia un
nuevo día, lejos de la naturaleza, con su
circulación y sus aglomeraciones hasta transformarse en un nuevo impase.
Por eso el
inconsciente, subrayó Vicens, es la demostración que nunca estamos del todo, un
modo de decir que vamos de crisis en crisis. Lo mismo ocurre con la
civilización, siempre inestable, incomprendida. Podemos lamentarnos, imaginar que la crisis acabará algún día,
pero también podemos amarla, dijo Vicens, i entender que la vida lleva consigo
sus crisis. La crisis es amiga del psicoanalista y encuentra en ella la
posibilidad de una cierta discreción en la conmoción y una transformación que
no implique el fracaso.
El descubrimiento de
Freud fue que el inconsciente crea síntomas, y encontró que esta creatividad viene
del hecho que la sexualidad tiene siempre algo de impertinente, inoportuno. De
ahí los embrollos, pero al mismo tiempo la posibilidad de una nueva invención.
Para Lacan, el inconsciente es un punto de encuentro entre la crisis y aquello
que puede resolverla, un discurso que pone de manifiesto la circulación de los
cuerpos llevado por la corriente de las palabras.
Refiriéndose al
trabajo del historiador, señaló que éste procede a partir de anotar analogías y
diferencias, un procedimiento que trata de buscar la comparación lógica que
pueda existir entre dos elementos, y con ello producir un sentido. Por su parte
el psicoanálisis, destacó, que procede en sentido contrario si cabe,
subvirtiendo el sentido de la historia. Para ello nos introdujo en una lectura de
la historia del caso analizado por Freud conocido como el caso Dora. El
recorrido analítico de este caso, tal como fue examinado por Lacan, se organiza
en una serie de crisis lógicas que llama de inversión dialéctica, y que son
sucesivos giros en el discurso que apuntan a subvertir en cada momento el
sentido de las palabras. Cada nuevo giro permite un cambio de posición de la
paciente, que progresa de crisis en crisis, gracias a la intervención de lo que
en el psicoanálisis llamamos transferencia.
Vicens fue desplegando,
con rigor y cuidado en los detalles, una lectura del caso poniendo en primer
plano este concepto de la transferencia, su movimiento y desplazamientos,
haciendo partícipe al auditorio de la dinámica de la experiencia
psicoanalítica. Destacó de la transferencia su poder de transformación, con lo
cual el tiempo de la cura equivale a una serie de crisis. Lo que Lacan llama
“inversiones dialécticas”, Vicens plantea que se trata de poner en crisis la
estabilidad de una posición.
De esta manera Lacan
homologa el tiempo del tratamiento psicoanalítico al del inconsciente. El
inconsciente, con su dinamismo, cambia, no está quieto, y en sus
transformaciones, que siguen una lógica que Lacan supo formalizar, encontramos
siempre algo que sorprende, una novedad, algo que trastoca las preguntas hechas
y previsibles.
Vicens concluyó su
intervención valiéndose de la referencia a Baltasar Gracián sobre la
discreción, como el modo de hacer del psicoanalista con la crisis. Esto quiere
decir, señaló, aceptarla, sacar partido de ella y pasar a otra cosa. De ahí que
la preparación de los psicoanalistas, su formación, deba incluir formarse en la
experiencia del inconsciente para poder leerlo en otros. Y ello teniendo en
cuenta lo que el inconsciente enseña, que el saber no puede totalizarse.
Este punto fue
retomado luego por Anna Aromí, señalando que los psicoanalistas vivimos
incómodamente lo que sabemos. Por eso el psicoanalista necesita la Escuela,
pues ella misma es ya una respuesta a la imposibilidad de resolver las crisis.
La crisi no tiene solución, pero tiene tratamiento, subrayó. El problema es,
entonces, qué salidas va a encontrar a su alcance. Lo peor de la crisis, dijo,
es dejar que se convierta en fallida, cuando no se aprovecha
la oportunidad de leer en ella. Para el psicoanálisis leer es abrir la puerta a
la interrogación, al cuestionamiento.
Como directora de las
próximas XIV jornadas de la ELP, que lleva por título “Crisis ¿qué dicen los
psicoanalistas?” y que tendrán lugar en Barcelona los días 11 y 12 de diciembre,
Aromí nos hizo partícipes del trabajo que se está realizando en su preparación
en las diversas comunidades de la Escuela, y nos avanzó algunos detalles de
cómo está pensado su desarrollo. Una parte estará dedicada a acercarnos lo más
posible a lo más real de la crisis, de la mano de la experiencia analítica y su
clínica. Pero también, no se tratará de conversar sólo entre colegas, habrá
otros que no serán de la parroquia, como decía Freud, lo que nos dará ocasión para
poner a prueba lo bien fundado de lo que decimos. Son, pues, muchos los que
están convocados, sorpresa incluida, aseguró Aromí, en esa tarea de lectura
civilizadora.
Están invitados!
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